Vine a que me despojases de mis sombras,
a que me bañases en tu luz húmeda,
y me ofreciste un idioma olvidado
para hablar con las flores y las aves.
Vine a que me calentases con tu sudor,
a que curases el dolor de amar quimeras,
quise buscar en ti mi palabra encarnada
y encontré el silencio compartido de los santos.
Eres capaz de poner del revés mi mundo.
Cubres a quienes te rodean de tiempo blanco,
del aroma imposible de lo lento.
Arrastras a los locos hacia el mar.
Ahora sé que la ilusión que me llevó hacia ti
era el reclamo para acercarme a la trampa sabia,
a ese amor desnudo de quienes desearon
y hallaron el vacío suave de la verdad.